CLAVES PARA ENTENDER LA DERROTA DEMÓCRATA
¿Qué mal, eh, Harris?
¿QUÉ MAL, EH, HARRIS?
El Partido Demócrata, ese partido que nominó a Obama, a Clinton y a Biden, y que ahora postulaba a Kamala D. Harris, es uno de los partidos políticos más grandes del mundo: con más de 48.5 millones de afiliados, con casi dos siglos de historia, y con presencia en todos los Estados Unidos. Con esta extensa historia y amplia presencia, es comprensible que el Partido Demócrata, al igual que ocurre aquí en España con partidos con muchos menos afiliados, tenga dentro de sí varios micro-partidos o familias políticas, que pueden verse reflejados en las distintas personalidades del partido: poco o nada tienen que ver Bernie Sanders, histórico senador del ala izquierda del partido, con Eric Addams, Alcalde de Nueva York y figura del ala más conservadora, o con Pete Buttgieg, Secretario de Transporte de Estados Unidos, del ala centrista y más moderada. Siendo un partido tan amplio, sobre todo en un sistema donde sólo se plantea la gobernanza de dos partidos, debe haber cobijo para múltiples interpretaciones de lo que debe ser el Partido Demócrata.
Estas distintas facciones se reflejan muy claramente en el funcionamiento del partido; y es que no sólo hay una división interna del partido en cuanto a tópicos como el conflicto palestino-israelí, materia fiscal, salario mínimo, o la posición internacional de Estados Unidos, sino que, además, produce una fragmentación de las bases y simpatizantes del partido, generalmente más progresistas, que deciden no acudir a votar, como ha podido pasar esta anterior noche electoral. Trump no ha ganado votos, puesto que ha perdido casi dos millones de votos respecto a los anteriores comicios; es que Harris, en comparación a Biden en 2020, ha perdido más de 14 millones de votos. Lo que viene a ser más de uno de cada seis votantes.
Esto le ha costado a Harris la elección, que no sólo ha perdido en los estados clave, sino que además se ha debilitado en muchos de los estados considerados "sólidos" para los demócratas, perdiendo encima de todo su histórica tendencia de mejora en la joya de la corona de los Estados de los republicanos: Texas, el Estado de la Estrella Solitaria, con un enorme peso a la hora de determinar el presidente, cuya tendencia de mejora demócrata se ha perdido en una sola noche, pasando de perder Biden en 2020 por un margen de menos de 600.000 votos a perder Kamala Harris con más de millón y medio de votos tras Trump.
Las otras elecciones que sucedieron esa noche, las del Senado y la Cámara de Representantes (equivalentes a nuestro Congreso de los Diputados), no fueron tampoco mejores para los demócratas en general, perdiendo el control del Senado en las primeras horas del recuento y, hasta donde se sabe a la hora de la redacción del artículo, en dirección a seguir siendo la fuerza minoritaria dentro de la Cámara de Representantes; esto daría a Trump y al Partido Republicano lo que se conoce como "trifecta", el control sobre la Casa Blanca, el Senado y la Cámara, dando durante los próximos dos años una gran capacidad legislativa al recientemente electo Presidente de los Estados Unidos, que tiene muchas promesas electorales que cumplir, como aranceles que tal vez sean del 100, del 200 o del 300% en todos los productos exportados a EEUU, quitar el flúor del agua de grifo, o meter en alguna de las carteras de su gobierno a Elon Musk.
Sin embargo, no se puede decir que haya sido una derrota total para aquellas personas que se denominan progresistas: las propuestas para subir el salario mínimo y establecer la baja pagada por enfermedad, llevadas a referéndum, van en camino de ser aprobadas en estados sólidamente conservadores como Alaska o Missouri, y en otros tantos se impone el blindaje del matrimonio homosexual y del aborto en las Constituciones de los Estados, incluso de algunos profundamente republicanos. Si estas propuestas avanzan, ¿por qué no se vincula el apoyo de estas propuestas al de la candidata que se supone que es más cercana a estas medidas?
La respuesta es clara, y es que ya podemos suponer qué votantes han abandonado al Partido Demócrata: los jóvenes demócratas, el ala progresista, la base del electorado demócrata que se ha visto ninguneada por Harris y el establishment demócrata, que desea una posición pro-Palestina del partido que sigue dando cobijo a personalidades sionistas como John Fetterman, Senador por el Estado de Pensilvania, criticado dentro del partido. No debió sentar bien que los manifestantes pro-Palestina fueran expulsados y ninguneados en actos de Harris, y mucho menos que el gobierno del que Harris era vicepresidenta (y seguirá siendo hasta enero) haya destinado fondos y material militar a Israel, hecho que ha hecho ganarse a Biden el apodo de "Genocide Joe" (Genocida Joe) entre jóvenes izquierdistas. Tampoco ha gustado el apoyo del controvertido Dick Cheney, Vicepresidente de George W. Bush y figura relevante en la Guerra de Iraq, al igual que otras figuras republicanas a la candidatura de Harris.
Es más, me atrevería a decir que no sólo los jóvenes demócratas se han desencantado: las clases bajas, las clases trabajadoras, independientemente de su etnia, o han perdido o están perdiendo su fe en que haya un partido que les represente; es por eso que votan y opinan favorablemente de medidas claramente identificables como progresistas y, sin embargo, a la hora de votar, rechazan frontalmente al partido que debería enarbolar estas medidas y, por intentar contentar a potenciales republicanos moderados, decide no defender, abrazando, por ejemplo, principios y medidas económicas difícilmente diferenciables de lo que hubieran dicho algunos candidatos republicanos. Hay una gran abstención en los comicios estadounidenses, y parte de esta abstención puede darse porque una parte de este electorado, que apoya estas medidas progresistas pero cuya identificación partidista no queda clara, se encuentra huérfano.
El rumbo del Partido Demócrata, recientemente derrotado, queda aún a la deriva; hay quien llama a la autocrítica y a reconocer los fallos de la estrategia de los demócratas, mientras que otros señalan la misoginia y el racismo del público americano. Lo que queda claro es que existen voces críticas dentro del partido de Harris que tienen mucho que decir y que, tal vez, si las hubiera escuchado, los titulares de ayer hubieran sido distintos.