Soberbia descarada

Ya sabemos que la soberbia es un rasgo común entre los que se sienten por encima de los demás, pero esto ya roza el esperpento.

Juan Roig, el presidente de Mercadona, se vio envuelto en una polémica en Valencia al ser increpado por ciudadanos que le recriminaban la actuación de su empresa durante la reciente DANA. Mientras varios clientes le señalaban que sus camiones estaban trabajando bajo las inundaciones, Roig respondió con desprecio, llamándolos "gilipollas" y negando las acusaciones de que Mercadona había puesto en riesgo a sus empleados. Ya sabemos que la soberbia es un rasgo común entre los que se sienten por encima de los demás, pero esto ya roza el esperpento. Su actitud es el reflejo de una mentalidad que desprecia a la ciudadanía, que la ve como meras cifras en un balance, y no como personas que dependen de sus precios para poder comer. La arrogancia de Roig y su respuesta a la crítica solo reafirma su incapacidad para entender que la confianza se gana, no se impone. En un país donde una crisis en la que la ciudadanía se ha volcado con suma solidaridad y apoyo, él se permite tratar a sus clientes como si fueran un estorbo. Ya lo hemos visto con sus propios trabajadores. Es inaceptable.

Este episodio nos muestra lo que sucede cuando los empresarios olvidan de dónde vienen. Se olvidan de que, en última instancia, son los consumidores los que mantienen sus negocios a flote. En vez de reconocer su error y asumir responsabilidades, Roig se encierra en una burbuja, convencido de que su éxito le otorga el derecho a descalificar a quien se atreva a criticarle y que puede hacer lo que le venga en gana. La gestión empresarial también implica una responsabilidad social. Si Roig quiere seguir en la cima, debería recordar que los consumidores y sus trabajadores son mucho más que simples cifras en sus informes de resultados. Son personas, y el respeto hacia ellas no es una opción, sino una obligación. Su actitud es una advertencia: en una emergencia, el desprecio es el peor aliado.