Provengo de una familia de inmigrantes
Provengo de una familia de inmigrantes. Me atrevería a decir que mis dos apellidos tienen más carga emocional e incluso histórica que muchos de los libros que parecen tenerla. Nacida fortuitamente en el sur de uno de los países occidentales más bonitos, y afortunada cada día de ello, pero sin olvidar que en ningún momento fui yo quien elegí donde nacer. Provengo de una familia de siete hermanos que huyeron de los pueblos más recónditos de Italia, queriendo dejar atrás un país que no tenía nada que aportarles tras la Primera Guerra Mundial, solo hambre, pobreza, desigualdad y muerte. Condenados a un futuro incierto plagado de incertidumbre, mi bisabuelo se agarró al único atisbo de luz, subiendo en un barco con ocho años para vivir una larga aventura de meses cruzando el atlántico. Una aventura que seguro guardará miles de recuerdos y anécdotas.
Provengo de una familia que fue recibida con los brazos abiertos por lo que ahora consideramos países estancados y destinados a morir en regímenes autoritarios. Un país que no solo les dio refugio, comida y un techo, sino que les dio un hogar y una oportunidad de crear una nueva tierra, una nueva ciudad, una nueva familia. Provengo de una familia que años más tarde y tras haber prosperado desde la humildad, volvió a salir corriendo de aquel país que un día tanto los arropó, pero que ahora no sería capaz de mantenerse para poder mantener a aquellos que refugia, volviendo a la nueva Europa, de la que alguna vez formaron parte. Soy hija de inmigrantes, nieta de inmigrantes y bisnieta de inmigrantes. Estoy orgullosa de ser quien soy, y orgullosa de aquellos que me precedieron. Sin embargo, tengo la terrible suerte de ver al inmigrante como cualquier otra persona que busca un lugar donde ser querido, un lugar donde formar un hogar, una familia.
Veo al inmigrante como alguien que huye de algo terrible enfrentando lo desconocido con valentía y coraje. No me siento diferente a aquel que vino en patera porque mis padres y abuelos tuvieran la suerte de venir en avión. Provengo de una familia que fue, es y será inmigrante. Porque si algo he aprendido, es que si una vez fuiste inmigrante, lo serás el resto de tu vida. Leer a miles de personas que aprovechan la tragedia sucedida en Valencia para reivindicar discursos de odio, discusiones ideológicas, y cuentan como una hazaña que haya que destapar aquella ayuda humanitaria que reciben aquellos inmigrantes, me parte el corazón. Tener que escuchar como culpabilizan y demonizan a personas que no huyeron de sus países por elección, sino por necesidad, en un contexto totalmente ajeno a ellos, es algo que no puedo soportar.
Ver grabaciones y publicaciones de individuos pero también de medios, en los que nos cuentan como “senegaleses” o “inmigrantes musulmanes”, ayudan en esta terrible tragedia, haciendo ver que en realidad, “no son tan malos como parecen”, no es profesional, no es moral. Provengo de una familia de inmigrantes, soy nacida en España, tengo sangre latinoamericana y raíces Europeas, y me parece deplorable atacar aprovechando las circunstancias emocionales a aquellos que, al igual que yo, son inmigrantes.